La historia de la vitivinicultura argentina se remonta a la época de la colonización española de América; la vid llegó de la mano de los misioneros católicos, que continuaron tradiciones similares a las europeas en América Latina en cuanto a elaboración del vino. Se estima que en el año 1550 ingresaron las primeras vides a la Argentina por la provincia de Santiago del Estero.
A partir de 1853 una serie de hechos auspiciosos, entre los que pueden destacarse la pacificación y organización constitucional del país y la creación de una Quinta Normal de Agricultura (primera Escuela de Agricultura de la República Argentina), la vitivinicultura cobró un nuevo impulso especialmente en Cuyo, la región productora por excelencia.
Ese impulso inicial se vio fortalecido y dinamizado en el año 1884 con la instalación del ferrocarril que vinculaba a Mendoza y San Juan con Buenos Aires, la capital del país. De allí en más, estas provincias asumieron el papel de proveedoras de productos frutihortícolas y, en especial, de vinos para abastecer al mercado nacional y a terceros países.
En la actualidad, la superficie de viñedos en Argentina cubre 214.798 hectáreas de vid, distribuidas en 18 provincias que presentan una marcada diversidad de suelos y climas a lo largo de los 3.800 kilómetros de extensión de norte a sur.
La actividad genera, de manera directa e indirecta, 385.000 puestos de trabajo y está compuesta por más de 17.000 productores —el 95% de los productores poseen menos de 50 hectáreas— y más de 1.000 establecimientos vitivinícolas.
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La producción de vino en general, y de granel en particular, se concentra principalmente en la región de Cuyo, con Mendoza a la cabeza sosteniendo el 70% de la producción y San Juan, en segundo lugar, con el 20%.
De la mano del Malbec, que conforma el 55% de las exportaciones de vino a granel varietal, Argentina sale al mundo con la capacidad de ofrecer un amplio abanico de variedades tales como Torrontés, Chardonnay, Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot y Bonarda, que actualmente son las más demandadas por nuestros compradores.
Ubicadas en amplios valles o en llanuras inclinadas, las regiones vitivinícolas forman una franja al pie de la cordillera de los Andes que se extiende de norte a sur desde los 23° hasta los 45° de latitud. En los últimos años, productores inquietos han empujado la frontera del vino hacia el oeste, en la altura, y hacia el sur y el este, buscando el frío de las latitudes australes o la influencia del océano.
Desde los viñedos de altura en el Norte, pasando por la aridez de Cuyo y las planicies de la Patagonia, hasta los nuevos proyectos al borde del Atlántico, los vinos argentinos ofrecen una interminable gama de sabores que reflejan la identidad de cada región.
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